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Hace unas horas, me participaron del violento deceso de un amígo. Según me informaron, fué el resultado de un accidente automovilístico, pues el vehículo que abordaba se volcó al chocar contra una acera. Se trata de un buén amigo, que conocí mientras viví en Margarita. Fué realmente, una persona de buenas intenciones y espléndidos sentimientos, además de un buen escucha a los problemas ajenos, a la vez que excelente confidente. Es una verdadera pena, que una vida tan valiosa se haya perdido violentamente.
El día de hoy había transcurrido con normalidad, y mi ánimo era particularmente positivo. La jornada laboral fué productiva, y no tuve mayores altercados con los clientes. Fué cuando llegué a mi casa que recibí la noticia, como un balde de agua fría. Súbitamente, una peculiar sensación de tristeza comenzó a hacerse presente a la vez que no terminaba de creer lo que había pasado.
Tras recordar los detalles de como nos conocimos y nuestra amistad fué germinando, así como los momentos gratos y las farras; también recordé vívidamente su voz y algunas converzaciones de importancia, de ésas que no se borran a pesar del implacable paso del tiempo; comenzé a reflexionar sobre la naturaleza de su deceso.
Me resultó increíble cómo en un momento estamos filosofando y soñando con mundos exóticos, divagando entre sinsentidos y banalidades, planificando un futuro deseado; y un instante después nos encontramos emprendiendo un viaje a lo desconocido, etéreo, libres de cadenas materiales e impedimentos morales y sociales. Así, sin más, sin ultimátum ni advertencias, repentino, violento, sorpresivo, espontáneo, impredecible e inevitable; nos llega la hora sin darnos cuenta.
Si bien es cierto que la muerte representa una salida tentadora a toda esta escoria babilónica que representa la tragedia llamada vida, cuyos vericuetos irracionales siembran podridas raíces inamovibles en nuestros corazones, y su perversión corrompe nuestras mentes confundiéndonos y obligándonos a aceptar una realidad injusta y definitivamente errada; ¿quién quiere morir?.
Aún conscientes de las maravillas que representa el deceso, nos negamos a la idea de perecer. Aún a pesar de forma parte del ciclo el nacir, crecer, aprender, vivir para sufrir, difrutar poco de lo bueno, y finalmente esperar la hora final viejos, acabados y probablemente solos. Aún así, la idea de morir no nos gusta, nos aterra, nos arrebata el sueño y nos priva de vivir con mayor intensidad.
¿Y qué decir de lo que queda para sus familiares? ¿Cómo debe sentirse su madre ahora?. Recordemos, que nuestra vida no es nuestra. Pertenece a los demás, a todos aquellos que dependen de nuestra existencia directa e indirectamente. De los que nos aman, los que nos odian, los que confían en nosotros y todos aquellos que de una manera u otra se relacionan con nosotros.
Espero que donde te encuentres, si es que tu conciencia aún persiste, estés mejor. Que tengas lo que aquí no pudo ser, y encuentres lo que aquí te fué negado. Espero que ahora te sea desvelada una comprensión superior de cómo es funciona éste extraño universo. Espero que descances, libre de las cadenas morales y sociales que nos apresan. Descansa, como te mereces. Descansa como todos merecemos.-
1 comentario:
amigo David, desconozco qué maravillas pueda encerrar el deceso si no es en casos extremos o terminales de enfermedades, o de torturas... para el resto debería estar prohibida cualquier tentación de morirse...
al igual que Dr. House no creo que haya nada después de la muerte, así que pensemos mejor en disfrutar de nuestra estancia porque nunca se sabe hasta cuándo estaremos... lo único bello que puede acarrear la muerte es que nos recuerden, pero cuando esos que nos recuerden se mueran, entonces ya no seremos nada y nuestro paso por el mundo será como cualquier segundo del reloj que pasa inadvertido...
claro que la fe nos hace pensar en una reencarnación, o en otras dimensiones, buenos placebos sin duda, y por supuesto cuando hablan de reencarnarse todos piensan que tendrán la suerte de volver a ser bellas personas y con más suerte, pero cuidado porque tal vez nos reencarnemos en animales (que no sería malo), en vegetales o en simples bacterias, por qué no, al fin y al cabo muchos merecen ser cazados y descuartizados, o masticados, digeridos y evacuados, o aniquilados por una inyección letal... y otros todo lo contrario...
sería una reencarnación justa y tal vez el cielo y el infierno que siempre nos vendieron los santos inquisidores de la religión...
(perdón por ocupar el homenaje a tu amigo)
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