viernes, 28 de noviembre de 2008

La gente y sus cosas.-

Como es de saber, trabajo en una panadería. Podría decirse que estoy en el área de atención al cliente y hasta cierto punto en servicio social, ya que la mayoría de los clientes son de escasos recursos y frecuentemente piden créditos para adquirir los alimentos. Evidentemente, son muy pésimos a la hora de pagar. ¨Me anotas lo que te debo en una panela de hielo mi amor, je je je je..¨.

Tengo cierto tiempo trabajando con público, lo que no ha sido del todo satisfactorio gracias a las malcriadeces y complejos de los clientes. No puedo negar la buena remuneración por servicios prestados, pero aún así me parece insuficiente para las situaciones que debo enfrentar cada día.

Actualmente, me desempeño en una conocida área capitalina bastante concurrida, y debo admitir que los habitantes son únicos. Éstos aldeanos poseen su propia cultura y costumbres, además de hábitos y vicios. Son todo un caso de estudio. Particularmente, los encuentro desagradables y soeces. Su existencia no es necesaria en la urbe capitalina. 

Entre los muchos aspectos que les componen, existe uno en particular al que deseo referirme en éste artículo. Aparentemente, es común entre ellos deambular por la zona con la vestimenta menos apropiada. Es decir, les dá igual bajar a comprar pan en pijama o dormilona, o con la vestimenta más exótica imaginable. 



En la imagen de arriba, está retratado un cliente regular del establecimiento. No hay mucho que decir sobre él. Es el modelo de cliente ideal. Llega, saluda en tono silencioso, no grita ni golpea frenéticamente el cristal del mostrador con las llaves o una moneda, pide lo que necesita, paga completo el importe y se retira. ¿Qué más podría uno pedir de un cliente?. Ahora, en la imagen se puede ver al sujeto ingiriendo algún producto de fabricación interna, sentado en una de las sillas de la barra. ¿Notan algo extraño en la imagen?. ¿No?. Démosle un vistazo más de cerca.

Exacto, a éso me refería. No es una imagen de Photoshop ni un montaje. Tan perturbador como sólo la realidad podría ser. No sólo el hecho de llevar chancletas con medias resulta perturbador, sino que las medias son desagradablemente viejas, con las ligas vencidas y además esbozan la bandera de Brasil. No tengo nada en contra de Brasil, seguramente son un recuerdo de algún mundial pasado. Tampoco es que viva pendiente de lo que los demás llevan puesto. Es que en realidad me causó impresión ver tal combinación al aire libre. Así, sin más. Como si estuviera en su casa. 

Es posible que se me tache de idiota o se me diagnostique estupidez crónica por hacer mención al caso anterior, pero no me importa. El caso es que no esperaba ver tal cosa, y menos en la calle. Aquí otro ejemplo: 

El arriba retratado es un cliente asiduo al local. Podría decirse que es parte del negocio. Si compras el local, él es parte del paquete. No sé como se llama, ni de donde viene o a qué se dedica, pero es una persona muy agradable y un excelente conversador. A pesar de ser una excelente persona, también forma parte de la tribu local, cosa que se puede evidenciar al ver su vestimenta. Regularmente se le puede ver llevando una gorra elegida al azar, y una gran variedad de camisas multicolores al estilo Hawaiano. 

La expresión en su rostro denota el rechazo a la idea de eliminar el Seguro Social. Cada vez que lo veo le recuerdo que es un mantenido y que su salario lo pago yo, por lo que técnicamente es mi empleado. También le explico las razones por las que considero que debería eliminarse la pensión del Seguro Social, ya que los beneficiarios la malversan jugando caballos, tomando cafecitos a cada rato en una pandería, entre muchas otras actividades poco productivas. Siempre es agradable ver la expresión de su rostro al escuchar mis planteamientos.-

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