En una publicación anterior, transcribí mi opinión personal con respecto a la actitud que muchísimas personas tomaron en respuesta a la decisión del primer mandatario con respecto al arrendamiento del espectro radiofónico empleado por la empresa afectada.
Aún pienso que dichas personas simplemente han sido víctimas del bombardeo psicológico habitual transmitido por otras emisoras, las que aparentemente solo intentan mantenerles informados, y de ninguna manera intentan invitarlos a participar en movimientos protestantes y demás actos cívicos comunitarios, que por lo general, dada la situación actual de la nación, terminan en violencia, actos delictivos y sucesos lamentables, que en realidad eran innecesarios.
Pero, aunque definitivamente pienso que es irracional que las personas tomen como propio un asunto ajeno, éstas mismas personas son las que hacen historia.
A pesar de que las razones por las que están participando están completamente fuera de lugar, ellos son en realidad de quienes los libros de historia de Venezuela hablaran mañana en las escuelas.
Son ellos, los que salen a la calle conscientes de la posibilidad de no regresar en una pieza, e inclusive siquiera regresar del todo. Son ellos los que asisten a los lugares pautados y alzan la voz por encima de los burócratas que dicen representar la voz del pueblo, cuando en realidad solo persiguen metas personales y egoístas.
Ellos son los valientes de verdad, dispuestos a darle pecho frente a una bala; inhalar gas mostaza; sufrir quemaduras; recibir cantidades estúpidas de perdigones antimotines; dispuestos a ser apaleados a golpes, ser escupidos, humillados, vejados de sus derechos, violados e inclusive asesinados por un anónimo el cual nunca será juzgado; todo por expresar su sentir con respecto a una decisión tomada arbitrariamente por el ejecutivo sin consultarles; por demostrar que tienen voz propia y que no necesitan ningún representante burócrata que hable, grite o cante por éllos; por estar allí cuando suceden las cosas y poder observar, escuchar, olfatear y sentir la verdad, porque ya no pueden confiar en la información de ningún medio pues está contaminada por la política.
La historia no la hacen los políticos ni los dirigentes con sus doctrinas y planificación gubernamental. La historia la hacen las personas, la comunidad, el pueblo.
No hay que temer a los hablan mucho, sino a los callan impasibles. Y el pueblo de una nación permanece siempre calmo, dándole infinitas oportunidades a los dirigentes de hacer las cosas bien. Pero cuando el pueblo habla a una sola voz, son escuchados en el punto mas alto del cielo, y en la maxima profundidad de la tierra, porque su unánime voz no tiene límite, y su ira desencadenada no tiene freno.
Quizás los acontecimientos que se suscitan actualmente no estén fundamentados bajo los ideales correctos. Pero quizás estos ideales errados eran el incentivo que la gente esperaba para tomar la responsabilidad que habían dejado a otros de nuevo en sus manos, y demostrar una vez mas que si quieren, pueden gritar al unísono el descontento que sienten y exigen respuesta inmediata a sus peticiones.
Definitivamente, son todos ellos los verdaderos héroes nacionales. No aquél que les guiaba en la guerra desde un lugar seguro. Los héroes son los que dan la vida por defender sus ideales y su derecho natural a ser libres e independientes.
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