Era un domingo, estoy seguro, porque los domingos son más tranquilos, más fríos a veces, porque no hay tráfico ni una masa desenfrenada de personas corriendo por llegar a algún lugar.
Para ser mas preciso, era un domingo lluvioso, gris y muy frío. Hacía ya varios días que llovía muy fuerte y había constantes tormentas eléctricas y huracanes, por lo que todos estaban en sus casas atentos a los boletines informativos de las agencias de noticias a la espectativa de un suceso trágico e inesperado.
Yo estaba en mi habitación, acostado y aburrido. No podía salir a jugar al patio de mi casa con mis amigos por el aguacero y los nervios de mi mamá. Además de eso, los boletines interrumpían la trasmisión de las peliculas del domingo a cada rato. Mi hermana estaba en su lado de la habitación distraída en lo suyo; hablando por teléfono, haciendo un trabajo en la pc, y cosas por el estilo. Mi papá estaba trabajando como el workaholic que es, sin importarle vientos huracanados, tormentas electricas, golpes de estado ni nada. Mi mamá estaba nerviosa, dando vueltas por la casa, haciendo oficios compulsivamente para mantenerse distraída y no alarmarnos.
Ella no era la única que estaba preocupada. En realidad, la tensión reinaba en el ambiente. Lo que estaba sucediendo no era para nada normal, y mucho menos de este lado del planeta, y menos aún en una ciudad ubicada en el centro de un valle resguardado por kilómetros de montaña que le separan del mar. El hecho de no tener una teoría científica que explicara los fenómenos aumentaba la gravedad del asunto.
Siempre me ha gustado la lluvia. Me resulta simplemente maravillosa. Solía acostarme cerca de la ventana y cerrar los ojos para concentrarme y escuchar las gotas caer; me relajaba. Pero esta lluvia, era otra cosa. Era atemorizante. Al alzar la mirada sólo se veía una gigantesca masa uniforme de estratos grises y negruzcos, que arremetían contra la tierra con cantidades inimaginables de agua y granizo.
Había muchísimo ruido, por la lluvia y los truenos, y a pesar de tener todas las ventanas cerradas el constante golpe de las gotas contra los ventanales acentuaba el ruido externo.Súbitamente todo quedó en silencio por unos segundos, precedido por el estruendo mas aterrador que pueda existir. Era un sonido ensordecedor, que pentraba los huesos y agujereaba la mente.
Me quedé pasmado, impertérrito, con la mirada fija en la pared y la mente nublada incapaz de comprender la naturaleza de tal estruendo. Tras unos segundos, la intensidad de la onda fue reduciendo gradualmente, hasta transformarse claramente en un sonido que me pareció gutural. Fué entonces cuando entré en pánico, al tratar de imaginar un animal tan grande como para emitir un rugido con tal potencia. Aunque estaba convencido de que es imposible que exista algo siquiera parecido, no me atrevía a mirar por la ventana.
Lentamente fue girando mi cuerpo hacia la ventana que apunta hacia el este de la ciudad, cuya vision es obstruida por un edificio un poco mas alto que cuenta con 23 pisos, y esto es lo que vi:
El cielo era negro hasta donde se podía ver, cubierto completamente de nubes y el centelleo constante de relámpagos, salvo por un enorme circulo de unos cuantos kilómetros de diámetro alrededor del cual las nubes se arremolinaban.
El centro del agujero estaba ocupado por dos increíblemente largas y grandes columnas de escamas, una verde y la otra rosa, que se mantenían erguidas y entrelazadas en lo alto sosteniendo las cabezas de dos dragones de ojos rojos.
Eran tan grandes que no podia estimar la distancia a la que se encontraban.
Para ser mas preciso, era un domingo lluvioso, gris y muy frío. Hacía ya varios días que llovía muy fuerte y había constantes tormentas eléctricas y huracanes, por lo que todos estaban en sus casas atentos a los boletines informativos de las agencias de noticias a la espectativa de un suceso trágico e inesperado.
Yo estaba en mi habitación, acostado y aburrido. No podía salir a jugar al patio de mi casa con mis amigos por el aguacero y los nervios de mi mamá. Además de eso, los boletines interrumpían la trasmisión de las peliculas del domingo a cada rato. Mi hermana estaba en su lado de la habitación distraída en lo suyo; hablando por teléfono, haciendo un trabajo en la pc, y cosas por el estilo. Mi papá estaba trabajando como el workaholic que es, sin importarle vientos huracanados, tormentas electricas, golpes de estado ni nada. Mi mamá estaba nerviosa, dando vueltas por la casa, haciendo oficios compulsivamente para mantenerse distraída y no alarmarnos.
Ella no era la única que estaba preocupada. En realidad, la tensión reinaba en el ambiente. Lo que estaba sucediendo no era para nada normal, y mucho menos de este lado del planeta, y menos aún en una ciudad ubicada en el centro de un valle resguardado por kilómetros de montaña que le separan del mar. El hecho de no tener una teoría científica que explicara los fenómenos aumentaba la gravedad del asunto.
Siempre me ha gustado la lluvia. Me resulta simplemente maravillosa. Solía acostarme cerca de la ventana y cerrar los ojos para concentrarme y escuchar las gotas caer; me relajaba. Pero esta lluvia, era otra cosa. Era atemorizante. Al alzar la mirada sólo se veía una gigantesca masa uniforme de estratos grises y negruzcos, que arremetían contra la tierra con cantidades inimaginables de agua y granizo.
Había muchísimo ruido, por la lluvia y los truenos, y a pesar de tener todas las ventanas cerradas el constante golpe de las gotas contra los ventanales acentuaba el ruido externo.Súbitamente todo quedó en silencio por unos segundos, precedido por el estruendo mas aterrador que pueda existir. Era un sonido ensordecedor, que pentraba los huesos y agujereaba la mente.
Me quedé pasmado, impertérrito, con la mirada fija en la pared y la mente nublada incapaz de comprender la naturaleza de tal estruendo. Tras unos segundos, la intensidad de la onda fue reduciendo gradualmente, hasta transformarse claramente en un sonido que me pareció gutural. Fué entonces cuando entré en pánico, al tratar de imaginar un animal tan grande como para emitir un rugido con tal potencia. Aunque estaba convencido de que es imposible que exista algo siquiera parecido, no me atrevía a mirar por la ventana.
Lentamente fue girando mi cuerpo hacia la ventana que apunta hacia el este de la ciudad, cuya vision es obstruida por un edificio un poco mas alto que cuenta con 23 pisos, y esto es lo que vi:
El cielo era negro hasta donde se podía ver, cubierto completamente de nubes y el centelleo constante de relámpagos, salvo por un enorme circulo de unos cuantos kilómetros de diámetro alrededor del cual las nubes se arremolinaban.
El centro del agujero estaba ocupado por dos increíblemente largas y grandes columnas de escamas, una verde y la otra rosa, que se mantenían erguidas y entrelazadas en lo alto sosteniendo las cabezas de dos dragones de ojos rojos.
Eran tan grandes que no podia estimar la distancia a la que se encontraban.
No había electricidad, sólo obscuridad, sombras, relámpagos, gritos de terror y los dos magníficos e imponentes dragones.
¿De donde salieron? ¿Por qué estaban ahí? ¿Que pasaría después? No lo sé.
Me despertó el sonido de un trueno.-
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