Éstos últimos días he vivido una serie de escenarios, tan diferentes unos de otros, que inevitablemente me han llevado a la reflexión. A ésa bizarra y dantesca reflexión tan particular que me caracteriza, en la que estudio acciones y reacciones, independientemente de su complejidad o simplismo, contemplando detalles irrelevantes, que a pesar de ello son capaces de atraer mi total atención e inducirme a un trance en el que no existe nada mas que mis pensamientos y el objeto de estudio.
Un ejemplo de el resultado de dichas reflexiones, podría calificar como tontería, pero aún así escapa de la vista de muchas personas, es el siguiente:
Muchas escenas a las que estamos acostumbrados ver en el cine y tv, son de hecho extractos de la realidad. Pero simplemente no prestamos atención a los momentos en que éstas escenas ocurren.
Estas compartiendo en un establecimiento, acompañado de dos chicas y otro sujeto, al que no conoces mucho. Una de las chicas necesita ir al tocador, y solicita la compañía de la otra fémina.
A decir verdad, éste hábito siempre será un misterio para los hombres, porque no estamos allí cuando ellas van al tocador. Pero ¿qué pasa en la mesa, cuando te quedas sólo con el otro chico?
Silencio sepulcral. En realidad, no se conocen lo suficiente como tener tema de conversación, o para comentar detalles sobre las chicas. En determinado momento, alguno de los dos comenta sobre la música, o alguna nimiedad sin sentido para evitar el silencio. La contraparte responde. Silencio de nuevo. De nuevo un comentario, por lo general emitido por el segundo sujeto, teniendo el mismo resultado. El tiempo se hace interminable, esperando el regreso de las chicas.
Cuando ellas vuelven, todo continúa como si nada. Los chicos son de nuevo alegres y elocuentes, se debaten temas diversos y la juerga continúa.
Ésa parte de la escena, es la que no conocen las mujeres, pero la imaginan porque es lo que ven en las películas. Y hacen bromas al respecto, pensando que no es posible tal situación de incomodidad.
Aún habiendo explicado la observación anterior, no estoy satisfecho con el contenido. Me resulta estéril, insípido. No tiene mi estilo característico. Al leerle, simplemente no podría reconocer el autor, a diferencia del resto de mis publicaciones.
¿Pero qué es lo que me pasa entonces? Siento la necesidad de expresar muchas ideas, pero ninguna tiene forma aún, y tampoco encuentro la manera de materializarlas. Intento divagar para dejarlas fluir, pero están estancadas, lo cual resulta frustrante.
En todo caso, esto no tiene importancia en realidad. No dependo de mis textos para vivir. Este apartado fue hecho por mí, para mí, así que la continuidad y objeto de las publicaciones no son de importancia para nadie. Obviamente, me gustaría que leyeran mis textos, porque precisamente ese es el objetivo de escribir.
Las personas escriben sus pensamientos y secretos, porque saben que alguien los leerá. Pronto o no tanto, después de perecer o aún estando fresca la tinta, alguien va a leer. Las palabras vuelan, los escritos permanecen. ¿No quieres que lean tus pensamientos? No los transcribas.
Pero ¿por qué mi afán en explicar todo? ¿Qué es lo que me motiva a escribir, en realidad?
Es una pregunta dirigida a mi mismo obligándome a admitir que no tengo la respuesta, teniendo necesariamente que reflexionar.
Escribo para plasmar mis ideas. Escribo para que los demás me lean. Escribo para mí mismo, pero enfocado al lector. De ahí mi manía de explicarlo todo y ser tan detallista. De otra manera, no habría necesidad de explicar nada porque yo ya conozco los detalles, ¿no?.
Escribo para satisfacer mi ego. Me encanta tener comentarios sobre mis publicaciones. No me importa si son críticas, opiniones, insultos o halagos. Lo que me importa es que alguien me leyó, y que mi mensaje generó una respuesta.
Probablemente escribo buscando refugio. Escribo mi realidad esperando encontrar otras personas con el mismo punto de vista, con la misma perspectiva, con la misma manera de sentir. Escribo esperando una respuesta afirmando mis ideas. Admitiendo la veracidad de mi argumento. Esperando hacer contacto con otros iguales a mí. Para saber que no estoy sólo, y que no soy el único con esta percepción de la realidad.
Es muy probable que el resto de las personas que regularmente publican textos propios, lo hagan por las mismas razones que yo. De hecho, estoy convencido de ello. De otra manera, ¿para qué entonces perder el tiempo transcribiendo ideas que nadie leerá?.-
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